El dardo en la palabra de Fernando Lázaro Carreter

Esta semana la Biblioteca Virtual Miguel de Cervantes creaba un portal en memoria de Fernando Lázaro Carreter. En este portal se pueden encontrar su biografía, textos, fotos, audios, vídeos y enlances relacionados con el escritor y lingüista. La aportación de Lázaro en la defensa del español es tan importante que es imposible de calcular. Posiblemente Lázaro Carreter ha sido el director más querido y popular de la Real Academia Española. No hay muchos lingüistas que hayan conseguido tener fama entre el común de los mortales. Noam Chomsky es otra de las excepciones, aunque en su caso es conocido por sus artículos de corte político. Sin embargo, Lázaro Carreter consiguió recibir el afecto de estudiosos y neófitos por su labor en la defensa del español.

Lázaro Carreter nació en 1924. Es uno de esos españoles que conoció demasiadas formas de gobierno para un sólo siglo. Empieza a estudiar en Zaragoza pero se tiene que trasladar Madrid tras dos años para poder realizar su especialización en Románicas. Fue catedrático de la Universidad de Salamanca y la Autónoma de Madrid. También trabajó en el mundo editorial, entre otras actividades, como director de la revista Ábaco o la colección Clásicos Castalia. En la RAE entró en 1972 y es nombrado su director a finales de 1991. Pero si por algo se recuerda con cariño la figura de Lázaro Carrter es por sus famoso artículos recogidos bajo el título El dardo en la palabra. Estos artículos están compilados en un volumen, bajo el mismo título, y es el libro del cual queremos hablar hoy.

El lenguaje nos ayuda a capturar el mundo, y cuanto menos lenguaje tengamos, menos mundo capturamos. O más deficientemente. Una mayor capacidad expresiva supone una mayor capacidad de comprensión de las cosas. Si se empobrece la lengua se empobrece el pensamiento.

Lázaro Carreter empieza a publicar sus dardos en los años ’70. Fueron diversos los medios en que se publicaron estos artículos periodicamente. En ellos Lázaro Carreter, al hilo de los acontecimientos que van sucediendo tanto en España como en el resto del mundo, resalta errores que ha ido detectando en el uso del lenguaje. Esta postura pudiera parecer pedante. Sin embargo Lázaro Carreter consigue no caer en ella por varios motivos. El primero es el carácter pedagógico de esos artículos: Lázaro Carreter pretende enseñar el buen uso del español con un lenguaje claro, directo y comprensible, no humillar a la gente que comete errores. La segunda razón por la cual uno disfruta del libro es porque dirige sus dardos contra los individuos que debieran realizar un buen uso del lenguaje, por profesión o por formación. Es particularmente duro con los políticos y con los periodistas (con justicia). Su frustación no va contra la gente humilde que no ha tenido la suerte de gozar de una buena educación, es más, es muy sensible a esa situación y reconoce la dificultad que conlleva. Finalmente, el libro es tremendamente divertido, lleno de ironía y medida mala leche, por lo que consigue romper de manera eficiente la distancia entre el tema que trata y el lector.

Pero esta obra no es sólo un libro de estilo. Es también un fascinante viaje a nuestra historia reciente. Al recurrir muchas veces a acontecimientos reales se produce una doble reflexión. Una, como ya hemos indicado, es el lenguaje que se ha utilizado para describirnos lo ocurrido. Pero Lázaro Carreter también realiza una reflexión del acontecimiento en sí. Y ambas van unidas por necesidad. El pensamiento y la percepción de la realidad están determinados y codificados por el lenguaje. Un pobre uso del lenguaje afecta más tarde o más temprano al pensamiento. Es increíble ver la cantidad de veces que se producen desacuerdos en la vida simplemente por un malentendido derivado de las palabras que usamos.

Dejo de ponerme solemne y vayamos a un par de ejemplos que nos ayuden a comprender el libro. Es curioso ver como evolucionan los artículos. Mi sensación es que Lázaro Carreter sabe desde el primer momento que ha dado con un gran filón pero le lleva un tiempo descubrir el tono y la estructura perfecta. Pero una vez llega (y no tarda mucho) es difícil parar de leer artículo tras artículo aguántandonos la risa para no despertar a los vecinos que no leen por la noche. Recuerdo una vez que Lázaro Carreter dirige un dardo contra un escritor (diciendo siempre el pecado y no el pecador) que asegura que uno de sus personajes huye de una ciudad “a bordo de un burro”, como si el pobre pollino fuese un barco. En varias ocasiones expresa su gusto por la forma de hablar popular y el uso correcto de palabras malsonantes. Si hay un contexto concreto, escribe, su uso es pertinente ya que no todo el mundo tiene el temple que poseía un amigo suyo que cuando alguien le hacía una pirula mientras conducía se conformaba con bajar la ventanilla y gritar por la ventanilla: “¡Imprudente!”. Lo lógico es reescribir el árbol genealógico del sujeto.

Muchas veces sus artículos encuentran inspiración en los periodistas deportivos. Estos artículos para mí son los mejores. Primero porque demuestra que a uno le puede gustar el fútbol y leer libros. Y segundo porque la cursilería y el poco respeto al lenguaje campa a sus anchas en este género. Precisamente en el portal hay uno de sus famosos dardos que habla de este gremio, entre otros. Para Lázaro Carreter lo más importante es devolvernos el verdadero significado de las palabras y utilizar el lenguaje lo más sencillamente posible.

No estoy de acuerdo con todos sus juicios. En concreto en uno de sus artículos a Gabinete Caligari les critica por no incluir la preposición “a” en el título de la canción Camino Soria. Supongo que es porque me gusta mucho la canción y siempre he llevado mal la crítica de lo que me gusta. Pero en general sus comentarios sagaces nos hacen descubrir de nuevo un lenguaje perdido, el que cuida las palabras que utilizamos usando siempre la correcta. Desde la muerte de Lázaro Carreter no tenemos al “Guardián de las palabras”, como en un artículo fue descrito. Pero El dardo en la palabra mantiene vivo su espíritu de centinela y con su lectura recordamos la importancia del lenguaje.