Precio de los desfibriladores

Desde hace varios años se habla sobre la oportunidad de instalar desfibriladores en diversos puntos estratégicos de las ciudades. Hasta tal punto que, en 2012, Andalucía y Cataluña comienzan su regulación y la obligatoriedad de su presencia en determinados lugares, como estaciones de tren, aeropuertos, centros deportivos, etc. con determinadas afluencias de personas. Posteriormente, les siguieron otras comunidades autónomas hasta sumar 11 en 2019. Cabría pensar que esa demora se justificaría por el precio de los desfibriladores, pero estos, como se verá, son bastante asequibles.

El precio de los desfibriladores

Su coste no es alto. Según los modelos, oscilan entre 750 y 2500 euros. Colocar uno en una estación de autobuses, metro o tren o en un centro deportivo no puede considerarse una inversión elevada, mucho menos para las administraciones. Tampoco es elevado para los centros de trabajo. Por otra parte, son muchas las empresas proveedoras que disponen de servicio de renting con una baja cuota mensual que incluye el mantenimiento para disponer del aparato en estado óptimo de funcionamiento en todo momento.

Los números avalan su uso

Alrededor de 50 000 paradas cardíacas (PC) se producen anualmente en España y unos 45 000 fallecimientos por esta causa. Especialmente graves son las consecuencias de las paradas que tienen lugar de carácter extrahospitalario, ya que apenas llega a un 10 % la supervivencia en este tipo de casos. En Estados Unidos, esa cifra se eleva al 50 %. La razón principal que explica esta gran diferencia en los datos radica en la presencia masiva de desfibriladores en lugares estratégicos de afluencia masiva de personas.

Por tanto, la eficacia de estas máquinas para evitar estas muertes súbitas está más que contrastada. Su bajo precio o el contrato de renting, que supone entre 30 y 45 euros mensuales, permite a cualquier empresa acceder a una de ellas como inversión a medio y largo plazo, pero, sobre todo, como una inversión moral y sanitaria para toda la plantilla.

Supervivencia asequible con la complicidad ciudadana

Las acciones que se lleven a cabo durante los cinco primeros minutos tras un episodio de parada cardiorrespiratoria son cruciales para incrementar ese casi 10 % de supervivencia. Para mejorar el pronóstico, basta una formación social básica y una mínima inversión en estos aparatos en lugares estratégicos. Las actuaciones se resumen en cuatro fases:

  • Reconocimiento de la parada cardíaca.
  • Comenzar con el masaje. Un masaje cardíaco correcto contribuye a la supervivencia de la persona. Para ello, se hace imprescindible la formación de la ciudadanía. El masaje se debe realizar de forma acompasada hasta que llegue la ambulancia. Si nadie hace nada, probablemente esa persona no sobreviva.
  • Usar un desfibrilador. Es la solución ideal para sustituir un masaje incorrecto o la inacción. Permite descargar eléctricamente las células del corazón y, al reiniciarse, recupera su ritmo normal. Los desfibriladores externos automáticos son fáciles de usar y no necesitan formación previa por parte de quienes lo vayan a utilizar. Sin embargo, permiten salvar muchas vidas con un coste objetivo mínimo.
  • Técnicas de reanimación avanzada. Las lleva a cabo el personal sanitario. Sin embargo, si los asistentes no han conseguido mantener con vida a la persona con parada cardíaca hasta que haya llegado la ambulancia, puede ser inútil cualquier esfuerzo al respecto.

Por qué no hay más desfibriladores en España

El Real Decreto 365/2009 establece, por primera vez, los requisitos imprescindibles y las condiciones de calidad y seguridad del uso de los desfibriladores fuera del ámbito sanitario. Aunque dicha norma destaca la importancia de proteger la salud de toda la sociedad y explica cómo estos aparatos ayudan a salvar a las personas en caso de parada cardiorrespiratoria, lo cierto es que deja el asunto en manos de las comunidades autónomas sin marcar unas pautas definidas.

De esta forma, los primeros decretos autonómicos son muy restrictivos a la hora de la implantación de estas máquinas para su disposición social. Establecen su obligatoriedad ante afluencias de personas demasiado numerosas. Sin embargo, los últimos aprobados en 2019, como los de Asturias y Madrid, disminuyen esas cifras y amplían el abanico de espacios en los que se obliga su instalación.

El real decreto tampoco establece plazos para que las comunidades autónomas aprueben su normativa. En la actualidad, y tras doce años de vigencia de esta ley estatal, aún falta que seis comunidades autónomas aprueben sus respectivos textos normativos.

Conclusiones

  • La Comunidad Valenciana, en su decreto de 2017, incluye la novedad que permite que cualquier persona accione estos dispositivos en caso de necesidad. Sin embargo, la gran mayoría de comunidades exige que sea personal sanitario quien lo haga o bien que la persona en cuestión haya realizado el curso pertinente y reconocido de reanimación cardiopulmonar y uso de un desfibrilador. El tiempo de reacción juega en contra de la persona afectada, con lo cual no estaría de más que, desde las administraciones, se elaborara un plan de formación cardioprotectora para la ciudadanía. Las redes de centros cívicos y de colegios pueden servir como punto de partida.
  • Los primeros decretos autonómicos, como el de Andalucía, son muy restrictivos. Así, este establece la obligación de instalarlos en poblaciones superiores a 50 000 habitantes, estaciones de metro con afluencias superiores a 5000 personas diarias, instalaciones deportivas con más de 500 usuarios diarios y establecimientos públicos con aforos superiores a 5000 personas diarias. No menciona espacios que sí quedan incluidos en los decretos autonómicos más recientes como centros escolares, centros de trabajo, etc. Además, en los últimos decretos se reduce notablemente el aforo para que sea preceptiva la instalación de estas máquinas.
  • Con su bajo precio, solo se justifica por la desinformación que aún queden seis comunidades que no hayan desarrollado su normativa a pesar de haber transcurrido 12 años desde la publicación de la ley estatal. La labor pedagógica que no hacen impide que muchas vidas puedan ser salvadas al año inexplicablemente.

En definitiva, el precio de los desfibriladores no es la razón por la que aún España está a la cola en obtener buenos resultados de una actuación urgente ante una parada cardíaca extrahospitalaria. Cabe esperar que, en el futuro próximo, una mayor concienciación de la sociedad y, sobre todo, de quienes toman las decisiones incremente las cifras de supervivencia por estas patologías en los espacios públicos.

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