Antología de Luis Cernuda

En principio hoy tocaba hablar de otro libro. Pero durante la semana cayó en mis manos una antología de poesía, uno de esos volúmenes que arrancan con El cantar del Mío Cid y acaban en la actualidad. Una de esas compilaciones imposibles que suelen ofender, más que agradar, por las ausencias y selección de los poemas. Aún así decidí repasar la selección de mis poetas favoritos y al llegar a Luis Cernuda me indignó primero que sólo hubiera un poema. Cernuda es objetivamente uno de los mejores poetas del siglo XX, de la Generación del 27 y de nuestra historia. Para añadir más sal a la herida el poema elegido lleva por título Góngora, dedicado al poeta cordobés. Aunque tiene su importancia (por motivos más bien académicos) la selección no refleja, creo yo, el mejor trabajo del poeta y mucho me temo que sea por motivos poco poéticos. Y aprovechando que hacía mucho que no hablábamos de un libro de poesía pues hoy vamos a hablar de los poemas de Luis Cernuda.

Al examinar la edición uno podía darse cuenta que la editorial tenía un perfil conservador. Lo único que salva al encargado de la edición es el hecho de que él personalmente es un amante de la obra poética de Góngora (a juzgar por la cantidad de poemas de este poeta que pasaron su corte) y posiblemente buscaba apoyo para su decisión en voces con una mayor autoridad. Pensemos bien ya que nos faltan pruebas ulteriores para describir la antología de tendenciosa…

Cernuda nació en Sevilla en los albores del siglo XX. Frente a la educación severa de su padre, militar de profesión, Cernuda desarrolla su sensibilidad poética desde muy temprano. Su poeta de cabecera será Bécquer, al que empieza a leer con motivo de la llegada de los restos mortales del poeta a la capital andaluza. En la Universidad tiene como profesor a Pedro Salinas que se convertirá en su mentor literario. Más adelante en Madrid entrará en contacto con el resto de los integrantes de la Generación del 27. A finales de los años 20 y principios de los 30 Cernuda escribe los poemarios más importantes de su vida como Los placeres prohibidos y Donde habite el olvido. Estalla la guerra y se entera de la muerte de Lorca, al que escribe uno de los poemas más sentidos de la literatura española: A un poeta muerto (F.G.L.). Permanece fiel al bando republicano y participa en el famoso congreso de artistas contra el fascismo de Valencia. Su exilio le llevará a Reino Unido, Estados Unidos y finalmente México. Allí publicará su último gran libro, Desolación de la quimera, y tras su muerte aparecerá una edición ampliada de Ocnos, un libro de poesía en prosa.

Cernuda es, ante todo, un poema que le canta al amor. No sólo pesa en él la influencia de Bécquer, sino de otros poetas famosos por sus poemas de amor como los románticos o Garcilaso de la Vega. El amor es la fuerza primitiva que mueve el mundo. Sin embargo en el universo de Cernuda el amor nunca llega a completarse ni es motivo de felicidad. Es un estado transitorio que más tarde o más temprano acabará rompiéndose. Y entonces el poeta quedará sólo con sus sentimientos y dará forma a lo vivido. Que el amor se acabe no significa que fracase. Simplemente tiene fecha de caducidad: “Un plazo fijo tuvo/Nuestro conocimiento y trato, como todo/En la vida” (Epílogo). Además, el hecho que el amor se acabe no quiere decir que no tiene ningún sentido buscarlo de nuevo. La búsqueda del amor es lo que mueve al poeta a seguir buscando. Como dice Cernuda en otro de sus famosos poemas: “Libertad no conozco sino la libertad de estar preso en alguien” (Si el hombre pudiera decir lo que ama). En otro de sus famosos poemas, Donde habite el olvido, parece Cernuda claudica. Sin embargo, en poemas posteriores (y pese a seguir con un tono pesismista), lo único que lamenta no es la existencia del amor y la pasión, sino la vejez que mancha con su mano arrugada los cuerpos más jóvenes.

Pero el amor es también motivo de rebeldía en la obra de Cernuda. Como bien es sabido Cernuda era homosexual y mostraba sus tendencias de forma abierta. Esto le granjeó la antipatía y desprecio de buena parte de la sociedad española de la época. Esta es una barrera que contribuye a la no realización del amor. Al menos del amor convencional que el autor ni conjura ni desea. También el rechazo a su persona agriará aún más su posición respecto a España en el exilio. Son varios los estudiosos que piensan que esa imagen de poeta maldito fue una pose, una estrategia que Cernuda utilizó en su favor. Puede que algo de eso sea cierto pero desde mi punto de vista es injusto. Cernuda sufre por esta ruptura con su propio país. Y si bien critica con palabras duras a España es porque Cernuda estima en el fondo su país y lo echa terriblemente de menos. Cernuda no echa de menos la España de Franco, sino la de García Lorca. De hecho su exilio en México es más llevadero que en los países previos ya que al menos comparte el mismo lenguaje. Aunque hay dureza en sus palabras el tono que predomina es el elegíaco, la tristeza. Los poemas A sus paisanos o el famoso Un español que habla de su tierra, que musicalizó y popularizó Paco Ibañez son un claro reflejo de este aspecto:

Y aquí, justamente vuelvo sobre mis pasos y puede que la elección del poema de Góngora no sea tan mala. Góngora, también andaluz, sufrió también el desprecio de sus compatriotas por culpa de la intolerancia. Cuando se celebró el centenario del nacimiento de Cernuda España saldó una cuenta pendiente que tenía con uno de sus mejores poetas. Ya nadie duda de la fuerza de sus poemas, de la sensibilidad de sus imágenes. Pero nunca está de más recordar la importancia en la historia de nuestra literatura de Luis Cernuda, por si hay alguien que todavía no se ha enterado.
Si el hombre pudiera decir lo que ama, de Luis Cernuda

Si el hombre pudiera decir lo que ama,
si el hombre pudiera levantar su amor por el cielo
como una nube en la luz;
si como muros que se derrumban,
para saludar la verdad erguida en medio,
pudiera derrumbar su cuerpo,
dejando sólo la verdad de su amor,
la verdad de sí mismo,
que no se llama gloria, fortuna o ambición,
sino amor o deseo,
yo sería aquel que imaginaba;
aquel que con su lengua, sus ojos y sus manos
proclama ante los hombres la verdad ignorada,
la verdad de su amor verdadero.

Libertad no conozco sino la libertad de estar preso en alguien
cuyo nombre no puedo oír sin escalofrío;
alguien por quien me olvido de esta existencia mezquina
por quien el día y la noche son para mí lo que quiera,
y mi cuerpo y espíritu flotan en su cuerpo y espíritu
como leños perdidos que el mar anega o levanta
libremente, con la libertad del amor,
la única libertad que me exalta,
la única libertad por que muero.

Tú justificas mi existencia:
si no te conozco, no he vivido;
si muero sin conocerte, no muero, porque no he vivido.